A 30 km al noroeste del centro de la ciudad de La Plata, se encuentra la localidad de Arturo Seguí. Allí, de la mano de un joven entusiasta se instaló en diciembre de 1966 la Farmacia Rural Iglesias, que fue la primera de la zona. Hoy, la Farmacia continua en el mismo sitio y siendo parte de una historia familiar de la mano de Eugenia Iglesias.
“Mi papá, Benjamín Ángel Iglesias comenzó siendo cadete en una Farmacia de Capital Federal. Con el tiempo aprendió a aplicar inyectables que por aquel entonces era una forma Farmacéutica muy utilizada domiciliariamente”, comienza recordando Eugenia Iglesias.
“Entonces, alentado por el Farmacéutico, el cual vio el entusiasmo que tenía por esta profesión, se decidió a seguir la carrera de Farmacia. Se inscribió en la Facultad de Bioquímica y Farmacia de La Plata, ya que muy cerca de allí vivía su novia Mabel Lillian Barragan”, continúa.
Unos años más tarde, Benjamín se recibió y junto a Mabel planearon su boda y un futuro juntos. Lo primero que hicieron fue ir a charlar con Farmacéuticos de City Bell y todos coincidieron en darle como premisa que tenían que empezar de cero y formar una farmacia a su medida.
“Como algo milagroso, mientras buscaban escucharon en la radio que una Sociedad de Fomento de un pueblo cercano a 25 de Mayo necesitaba un Farmacéutico al cual le otorgaban un local comercial, una vivienda y un monto para iniciar la Farmacia con el compromiso de devolverlo en cuatro años”, describe. Y allí fueron.
La llegada a Arturo Seguí
Con el tiempo, las ansias de progreso y la lejanía de la familia hicieron que trataran de volver y así comenzaron su historia en Arturo Seguí. En aquel entonces, la escuela, una sociedad de fomento, una sala de primeros auxilios, un destacamento policial y la estación, conformaban el pueblo.
“La Farmacia fue minuciosamente traída, pieza por pieza. Embalada, cuidada, catalogada. Yo recuerdo que era pequeña y mis padres limpiaban prolijamente los muebles, los distintos frascos, con tanto cariño por cada uno de ellos”, evoca Eugenia.
La pasión por la profesión siempre estuvo latente en Benjamín y aún ya con su Farmacia instalada continuó con lo que habían sido sus primeros pasos. “Mi papá continuó poniendo inyectables a domicilio luego de cerrar el despacho. Con mi mamá lo acompañábamos en el auto y llegábamos a lugares muy inhóspitos. Yo llevaba la almohada y dormía en el asiento trasero”.
“Mi papá como en todo pueblo, era un personaje importante que siempre estaba presente en todas las reuniones. Era, ´EL FARMACÉUTICO´. Pero unos cuantos años después tuvimos un accidente de tránsito y en él, falleció”, recuerda.
Una segunda etapa cargada de responsabilidades
Luego de la muerte de Benjamín Iglesias, un primo que también era Farmacéutico se ofreció a continuar con el legado familiar. Sin embargo, las leyes no permitían que Mabel mantuviera la propiedad de la Farmacia. Les plantearon que había que vender y perder toda la historia que indudablemente guardaba ese lugar.
“Entonces pedimos una prórroga y yo me comprometí a ser Farmacéutica. Fuimos al Ministerio de Salud, firmamos un montón de papeles, completamos notas y logramos que año tras año nos otorgaran una prorroga más si yo llevaba aprobado el año en curso de Farmacia”, relata Eugenia. Y así lo hicieron.
“Cuando me recibí y fui con mi mamá a hacer los trámites muchos confesaron que no pensaban que lo íbamos a lograr y que yo, joven aún, en algún momento iba a desistir”, continúa la Farmacéutica.
“A partir del 8 de Agosto de 1980 me hice cargo de la Farmacia de mi padre. Fue muy emocionante, porque hasta llegué a firmar el mismo libro recetario con el que él había iniciado la Farmacia”, cuenta.
Sin embargo, la historia familiar vinculada a la Farmacia no culmina allí, ya que el esposo de Eugenia y dos de sus cuatro hijos también optaron por ser Farmacéuticos. “Jamás influenciamos en su decisión, aunque a veces creo que esa vocación y pasión de mi papá persiste en el ambiente familiar que nos empuja y anima aún en esta profesión a todos”, finaliza.